El primer libro de la trilogía de Los Juegos del Hambre
es de esos que te obligan a voltear
página tras página. Está plagado de acción, pero a un costo.
La trama está diseñada arquitectónicamente. El ritmo de la novela te mantiene al filo del sillón. El lenguaje es sencillo y directo, casi lacónico. Hay poca introspección, menos explicación de hechos pasados, y prácticamente ninguna figura poética o literaria de valor.
La trama está diseñada arquitectónicamente. El ritmo de la novela te mantiene al filo del sillón. El lenguaje es sencillo y directo, casi lacónico. Hay poca introspección, menos explicación de hechos pasados, y prácticamente ninguna figura poética o literaria de valor.
Suzanne Collins te avienta a Panem el día del Rapto de los Tributos, y la historia se
desenvuelve como una avalancha. La narración es en primera persona y en tiempo
presente: Katniss Everdeen misma es quien te narra los hechos conforme van
ocurriendo.
Lo poco que al lector se le cuenta sobre el pasado —en
forma de concisos recuerdos— es sobre cómo Katniss conoció a Peeta,
su historia con Gale, y su relación con su hermana y madre. De los Trece
Distritos casi no se habla, ni de la Guerra Civil que llevó al Capitolio a la
victoria. No se mencionan batallas históricas ni las causas de la rebelión. Las
otras naciones del orbe son inexistentes. Suzanne Colllins te abandona en un
mundo oscuro, y el mundo así se queda. Lo único que se va iluminando, como si
un spotlight la siguiera en su camino, son los momentos que Katniss va narrando
en tiempo real.
El libro sólo tiene un PoV (punto de vista), y eso
explica que no se hable de personajes o eventos que no ocurran en las inmediaciones
de Katniss; pero contrario a intuición, tampoco se dice mucho de Katniss misma.
El ritmo de la historia es tan rápido, que se omiten las obligatorias
deliberaciones internas y la resolución de dilemas éticos por los que la una
persona debe pasar al vivir las fuertes experiencias relatadas. A pesar de que
es Katniss quien narra, el lector no puede conocer su conciencia. Los
arrepentimientos, las alegrías y las motivaciones pasan a un quinto plano,
dándole paso a la acción y el conflicto. La autora nos deja sin las ventajas de
su elección de voz narrativa, pero con todas las deficiencias de una voz en
primera persona, en presente, y de un solo personaje. Es como ver por un
telescopio que no tiene lente.
La trama es espectacular y los personajes de reparto son casi vivientes. La idea
de un mundo gobernado por el dúo estado-televisión es interesante: el Reality
Show que sirve para mantener al pueblo en su lugar. Casi hasta suena familiar.
A pesar de esto, debo admitir, después de terminar el
libro llegué a una conclusión a la que no había llegado antes con otras novelas
que llegan al cine: No te molestes en leer el libro, es literatura pop pobremente escrita.
P.S. La película es astronómicamente superior y merece toda nuestra devoción guadalupana.
P.S. La película es astronómicamente superior y merece toda nuestra devoción guadalupana.
Glen Villarreal
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